jueves, 25 de noviembre de 2010

La Cita

La Cita


Se dice de ella, que llora todas las noches. Que su 
llanto silencioso es tremendamente triste y siniestro.
El pasaba las noches escribiendo cualquier cosa que a su 
mente le viniese. Desde poemas, hasta canciones, pasando 
por refranes, frases sueltas y redacciones que 
describían el momento.
El decía, que lo que sus ojos veían, su mente 
lo captaba y sus manos dejaban fluir el sentimiento.
Todas las noches, a lo lejos, se le distinguía 
perfectamente. Se sentaba en su mesa, al lado 
de la ventana por la cual entraba la luz de la luna, a
lumbrando sus folios. Se sentía solo y poco querido.
Pues no se tenía autoestima. No se valoraba y la soledad 
podía con el poco a poco. Tal llego el punto, 
que ni comía, ni salía. Solo escribía por las noches 
buscando inspiración en el rostro de la luna 
y soñando ser querido.
Su último escrito fue el más extraño.

- Cuando el sol se marcha, la luna me hace compañía. 
Aparece para iluminarme. Nunca antes vi tal belleza, 
tengo a la luna como musa y paso las noches escribiéndole. 
Se que me hace compañía, pero me siento solo. 
Demasiado solo.
Vivo rodeado de libros y de hojas que escribo. 
Soñaba con ser escritor, y logre serlo.
 Pero no pensé jamás que moriría en soledad.
Pero esta noche, esta noche ha sido diferente.
Oí una voz femenina muy dulce y suave que parecía provenir 
de afuera de mi ventana. Nunca antes me había dejado 
llevar fuese cual fuese el ruido que escuchara afuera.
La voz, parecía cada vez mas cerca. Y cada vez mas, y mas. 
Tanto, que decidí abrir a ventana y escuchar claramente 
esa voz que de alguna manera me inducía hacia ella.
Cual fue mi sorpresa, que vi una joven sentada 
mirando a la luna. Me sorprendí, porque aquí, en lo alto 
de esta montaña solo vivo yo.
Frote mis ojos por si aquello era una ilusión. 
Pero no lo era. Tal fue mi intriga, que decidí 
salir e ir hasta donde ella estaba.
Hacia muchísimo que no sentía el aire rozar mi rostro, 
ni respirar el puro frescor de la noche. 
La brisa era húmeda y al mismo tiempo algo fría. 
La luna estaba preciosa. Y es que vivo enamorado de ella. 
Ya que es la única que siempre ha estado hay. 
La única que me ha escuchado. Y la única que me ve morir...
Fui acercándome hasta llegar a su lado. 
Estaba sentada, con sus manos entrelazadas en sus piernas, 
mirando al frente y tarareando una dulce 
melodía con sus finos labios.
Muy amablemente le pregunte si a su lado 
podía sentarme a observar.
Entonces, dejo de tararear su melodía. 
Siguió mirando al frente y al instante me miro. 
Sus ojos eran divinos, su rostro fino, su habla suave y su 
pelo rizado hacían de esta joven la princesa de 
cualquier cuento de niños. Con su suave voz me 
contesto con una amplia sonrisa que tomara asiento.
Me quede fijamente mirando al frente. Y le pregunte.
Como te llamas?.
-       Me llamo Sinara contesto ella.
Yo me llamo Daen. Encantado de conocerte Sinara, respondí.
-       Ella sonrío y contesto, igualmente.
Le pregunte, donde miraba.
-       A la luna, siempre lo hacia.
Es preciosa verdad?, respondí yo. Pero me inquieto lo 
que dijo sobre, SIEMPRE LO HACIA. No entendí el 
porque de esa palabra, pero no le di mayor importancia. 
– Soy escritor, le dije.
Y que escribes?, me contesto ella.
- De todo un poco. Miro a la luna y ella me inspira, 
todo lo que sienta, lo entienda o no, lo plasmo en folios…
- Ella sonrío.
Y tu, que haces por aquí Sinara?. 
Es bastante tarde y en mitad de la montaña una chica 
como tu no es nada habitual encontrarla.
Ella me respondió.
-      Quería ver una última vez la luna, y quería sentir 
la brisa de la noche una vez mas antes de marchar.
Automáticamente, pensé que marchaba a otra 
ciudad y que por ello hablaba como en pasado. 
Pero aun tenia alguna laguna y duda..
Vives allí no?. 
– Si, respondí yo. Es un lugar 
precioso, dijo ella continuadamente.
A mi me encantaría vivir ahí. 
– Si?, le pregunte 
entusiasmado.. 
– Si. Me encanta mirar a la luna y sentir la brisa en mi piel. 
Y dormir bajo un manto estrellado.
A mi también. Pero no vivo aquí por eso. 
Conteste. Ella, algo entristecida pregunto. 
– Y entonces.. Porque es?. 
– Porque tengo una rara enfermedad infecciosa y 
la gente del pueblo teme que pueda contagiar a 
los demás y a sus hijos. 
Entonces me obligaron a vivir aquí en la soledad… 
Por lo tanto, e de irme ya, si permanecemos 
mucho tiempo juntos, podría contagiarte 
esto y acabar contigo.
- Tranquilo, soy inmune a esa enfermedad.
 Me respondió. Yo perplejo y confuso, sin saber 
que hacer o decir. Me levante y mirando 
a la luna, me despedí de ella. 
Buenas noches, Serien, gracias por este momento. 
A sido muy bonito, y agradable poder hablar 
y compartir unos minutos con alguien. 
Di media vuelta y volví para casa.
Cuando a los pocos pasos, me dijo. Espera!. 
Me gire, y la luz de la luna dejaba ver 
su perfecto cuerpo. Respondí, si?. 
– Se acerco.. Y lo que menos podría esperar.. 
Un beso. Me beso en los labios..
Nunca había sentido nada así, 
ya que en vida, jamás nadie me había 
besado ni amado, ni querido, ni escuchado, ni atendido.
Sus manos acariciaron mi cara, y ella me dijo. 
He de marcharme.. Me reclaman en otro lugar.. 
Volverás mañana?. Me pregunto..
Decidido y anonadado por el imprevisto 
giro que me dio la vida en ese instante 
respondí que si. Volví a casa. Y al abrir la puerta, 
vi a alguien sentado en mi silla, 
en mi mesa durmiendo. Con miedo y lentamente 
me acerque. Vi que la ventana estaba entreabierta, 
tal como la deje.
Y al mismo tiempo que me acercaba, 
juraría que esa persona que allí había 
era yo mismo. Seguí acercándome, y cuando 
acerque mi mano a su espalda… Traspase su cuerpo, 
me mire al espejo, y no veía nada..
 Me pregunte que me pasaba.. 
Y al fin comprendí todo.. Yo.. Había muerto…

El misterio de esta historia, es que el texto, 
estaba fechado y escrito 3 días después de su muerte. 
Ya que los médicos dijeron que llevaba 3 días muerto.
Desde entonces, si pasas por allí, 
se puede oír el llanto de una joven 
que pregunta. 
Porque no acudiste a nuestra cita?...

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